El plano de apertura es revelador: una mujer viaja de noche sin que se diga, ni tampoco importe, de dónde viene o adónde va; se trata de un plano de casi dos minutos y medio, con la cámara prendida al rostro de Alejandra. En él ya encontramos las claves para entender el universo creativo propuesto, con un guion que trabaja más situaciones que hechos, y que deja que cada una de esas situaciones tenga su propio desarrollo en el interior del plano. Eso explica el limitado número de escenas, alrededor de una veintena, resueltas casi todas con uno, dos o tres planos. Lo otro es el poco interés por dar información completa al espectador, dejando zonas que conservan el misterio de eso que García Márquez llamó alguna vez la vida íntima. (FILMAFFINITY)