Abandonado por su hijo mayor Daming, que se ha ido de Pekín en busca de fortuna, el señor Liu continúa aferrado a su trabajo como propietario de unos baños públicos, su vocación de toda la vida. Además ha de cuidar de su otro hijo Erming, que sufre un retraso mental. Daming creyendo que su padre ha muerto, regresa a Pekín para descubrir la magia de los baños públicos.